domingo, octubre 12, 2025
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Rusia: El Metro de Moscú cumple 80 años lleno de arte

Corría 1935 y el Occidente capitalista aún sufría las consecuencias de la Gran Depresión. Miles de desempleados hacían cola ante los comedores de beneficencia, la economía seguía paralizada, había protestas en las calles y el futuro se presentaba muy gris. Mientras, en el Moscú comunista, Stalin inauguraba el sistema de transporte metropolitano más moderno, rápido y lujoso del mundo. El paraíso soviético no solo estaba al alcance de la mano, sino que ahora ya se podía llegar a él en metro.

Los fines propagandísticos marcaron desde el principio la decisión de dotar de un sistema moderno de transporte a la capital, planteado desde tiempo de los zares pero aplazado una y otra vez hasta que Stalin decidió dar luz verde en 1932. La primera de las diez líneas previstas abrió tres años más tarde con 11 kilómetros de longitud y 13 estaciones. Mármol, mosaicos, techos altos, grandes lámparas, columnatas, esculturas… El metro debía ser una muestra de los logros del Partido y del esplendor y el futuro radiante que aguardaba a los proletarios a cambio de sus sacrificios presentes.

También reflejaba los avances de la ingeniería y la capacidad industrial de un país antes agrícola. Durante la Segunda Guerra Mundial continuaron las obras de expansión de la red, aunque a menor ritmo. Estas primeras estaciones supusieron la cima de esa arquitectura casi palaciega, mientras que en los años siguientes, ya en plena guerra fría, se optó por una mayor austeridad, en parte también porque las estaciones se plantearon como refugios nucleares. En la actualidad, el metro de Moscú cuenta con 327 kilómetros y 196 estaciones, aunque está embarcado en una ampliación que hará de él el tercero del mundo tras los de Pekín y Shanghai.

Las nuevas estaciones siguen siendo exquisitas, aunque no llegan a los extremos de Kievskaya, con sus mosaicos, de Teatratnaya y sus estatuas de bronce, Novoslobodskaya y sus vidrieras, el lujo absoluto de la Komsomolskaya o el estilo futurista de la Mayakovskaya, todas ellas tan dignas de visita como los demás atractivos de la capital rusa. Porque en la superficie siguen estando el Kremlin, la catedral de San Basilio, la Plaza Roja y un sinfín de iglesias y monasterios, además de ejemplos de la clásica arquitectura soviética. Eso sí, en ninguna otra ciudad del mundo los turistas sacan tantas fotos mientras van en metro de un monumento a otro. El porqué está claro.

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