La estación Wien Hauptbahnhof cuenta cientos de historias diferentes a la de este chico, pero todas tienen un común denominador: escapar para instalarse en Europa. Sirios, iraníes, afganos que llegan por diferentes vías y se juntan en la terminal y esperan eternamente la partida de un tren que nunca sale.
A simple vista, los refugiados se mueven en masa, de a grupos. Como los animales en la selva, se sobrevive en manada.
La mayoría son familias, con chicos pequeños, que mientras juegan con algún chiche o con una botella de agua mineral vacía, observan todo. Sus ojos son pequeños y no se sorprenden, viven con naturalidad algo que no es para nada habitual.
Durante el fin de semana 21.000 refugiados llegaron a Austria. Se estiman que ingresarán 5.000 por día esta semana por las fronteras con Hungría, Eslovaquia o Eslovenia. El destino final siempre es Alemania o los países escandinavos, aun amigables a la recepción de los migrantes del siglo XXI.
El gobierno de Austria, por ahora, aplica una política de puertas abiertas a los refugiados, mientras debate establecer la figura legal del asilo «temporal». En paralelo a la política, Europa se llena de dramas que buscan un tren que los lleve a un final feliz.
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