El taller ferroviario Mario Domínguez, de Caibarién, sigue devolviendo a las vías coches de pasajeros reconstruidos para los trenes cubanos.
En 2016 el secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Ulises Guilarte de Nacimiento, entregó la condición de Colectivo Vanguardia a la UEB Taller Ferroviario Mario Domínguez Regalado, de Caibarién, y pidió a los trabajadores un esfuerzo mayor para concluir la reparación de 40 coches de pasajeros de los 36 previstos en el año.
Acostumbrados a sobrepasar los límites, decidieron entregar 42, para sumar así unos 400 a la larga lista de coches recuperados en el pasado decenio.
«Al terminar el último, por intuición, pensamos que podríamos obtener nuevamente la sede del Día del Trabajador Ferroviario, pues ninguno de nuestros homólogos se acerca a este número», insiste el jefe de Servicios, Clemente Andrés Collado.
La noticia fue recibida con júbilo por los trabajadores, quienes por 21 ocasiones han merecido la condición de Colectivo Vanguardia, y aspiran a otras condecoraciones otorgadas por el Consejo de Estado de la República de Cuba, a propuesta de la CTC.
Para la celebración de la efeméride de los ferroviarios cubanos, el domingo 29 de enero, ya pudieron mostrar con orgullo los dos primeros coches terminados, de los más de 45 previstos durante este año. «No se extrañe si al concluir diciembre agregamos cinco más a la cifra», afirma Clemente Andrés.
Voluntad de acero
Con admiración, ante los desvelos del colectivo, Clemente habla del sentido de pertenencia, de la comunicación sistemática entre directivos y obreros, así como del quehacer sindical, unido a la garantía de los recursos destinados a las reparaciones.

Allí bien saben cuánto tiene que desembolsar el país para comprar un coche nuevo de pasajeros, valorado en más de un millón. Mientras para ellos, el costo de la reparación oscila entre los 60 y 80 mil pesos.
Conscientes de su aporte, al llegar los equipos a los patios de la UEB, a pesar de su alto grado de deterioro por los años de explotación, casi listos para convertirlos en chatarra, enseguida se disponen a darles un mantenimiento capital para alargar su vida útil.
Similar a un equipo médico, cinco brigadas ponen todos sus empeños en curar los padecimientos crónicos del paciente: cambiar la carpintería interior, reparar el truck (ruedas), fabricar las piezas de repuesto que se necesitan, y finalmente, proceder a la chapistería y pintura.
Con una mejora salarial que los estimula aún más, los obreros vinculados directamente a la producción solo requieren de 25 o 30 días, en jornadas laborales extendidas —incluidos sábados y domingos— para transformar un viejo vagón en un confortable coche de pasajeros.
Mover viejas máquinas
Con tecnologías atrasadas para estos menesteres, diariamente se encuentran con limitaciones que logran superar gracias a la labor permanente de los aniristas.

Víctor Carbó Rodríguez, además de ejercer sus funciones como director técnico, forma parte de ese ejército integrado aquí por 30 innovadores que con sus iniciativas ponen en acción viejas máquinas.
«Se trata del torno de pisada estadounidense, el equipo de soldar ruso de siete posiciones, las grúas viajeras del área de trucks, el generador de carburo empleado en la soldadura y corte de metales, el torno chino, el compresor de aire…».
Insiste en que todos intervienen de una forma u otra en el conformado de unas 140 piezas, entre las que se encuentran: protectores de lámparas, cintillos, angulares, rodapiés, pestillos, bisagras, tubos de descargue, asientos, ventanillas, lavamanos, fregaderos y elementos de sistemas hidráulicos, que evitan el empleo de más de medio millón de pesos en su compra en el exterior.
Arreglan para los trucks cajas de grasa, pares de ruedas, herrajes de freno y mecanismos de enganche. Y debido a la diversidad de coches de distintas nacionalidades que circulan por toda la Isla —Francia, Alemania, España, Argentina, Rumania, Estados Unidos y los cubanos marca Taíno—, tienen que hacerles adaptaciones a cada vagón que se arregla, pues ningún mecanismo es igual.
A la mente de Carbó Rodríguez viene el momento más emocionante de su vida, cuando en la etapa comprendida entre el 2013 y 2014 convirtieron seis coches motores autopropulsados (DM-11) españoles, en similares pero de arrastre por locomotora.
«Imagínese, se encontraban en el patio del Taller Ferroviario de Morón en proceso de baja. Nos preguntaron si sería posible restaurarlos, y la afirmación no se hizo esperar. Su rescate propició el ahorro de 4 millones de pesos. Hoy circulan por Santa Clara y el Mariel».
También recuerda la reconversión en un vagón de carga a coche motor, de procedencia rumana, y la transformación de un coche Taíno a coche médico para el tren espirituano, el que facilita el traslado de pacientes a los hospitales capitalinos.
Pasos hacia el futuro
Ampliar el taller constituye una de las aspiraciones del colectivo, indispensable para reparar al unísono un mayor número de coches, limitado ahora a solo dos por el reducido espacio, lo que dificulta el proceso productivo.
El diseño de ampliación ya está hecho y propuesto como una de las acciones a emprender este año, además, la adquisición de más gatos hidráulicos para sostener los coches en la etapa de reparación e introducir otras tecnologías usadas en el mundo moderno para estos menesteres.
Hace 42 años, Fidel Castro, en la inauguración del primer tramo del ferrocarril rápido Habana-Santiago, en un acto efectuado el 29 de enero de 1975 en la estación de Cumbre, en Placetas, expresó: «De modo que nuestros ferrocarriles en el futuro, cuando se hayan modernizado, se caractericen fundamentalmente por la seriedad y por la eficiencia, por el sentido de la responsabilidad y por la disciplina», lo que aquí resulta una realidad ante la constancia de esta entidad.
Fuente y fotografía: vanguardia