La Estación de Canning cumplió este miércoles, 8 de Febrero, 101 años desde que fue inaugurada. Hoy ya no forma parte del esqueleto de la ciudad, pero es el primer recuerdo de población en esta zona.
La estación de Canning puede ser considerada como el grano, las semilla, que fue plantada en el medio del campo y que, entre los pastizales, logró dar fruto a la primera ciudad. Hoy, quedó afuera del esqueleto del actual pueblo moderno y pujante, quedó relegada frente al crecimiento de barrios privados y comercios, lejos de su ubicación. Su historia se remonta al 8 de febrero de 1911, día en que la vieja estación fue inaugurada para dar comienzo al ramal González Catán- La Plata, que correspondía a la Compañía General de Ferrocarriles en la Provincia de Buenos Aires.
Su nombre proviene del diplomático británico George Canning, quien ocupó el cargo de ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña durante las llamadas Guerras Napoleónicas. Jugó un papel preponderante en la relación con el virreinato del Río de la Plata. De ahí en más, sería ese el nombre elegido para que la ciudad se levantara y esparciera a sus raíces hacia sus alrededores.
«El principal cambio fue con Mi Refugio, el primer country de la República Argentina. Carlos Pesajovich había ido a Estados Unidos y trajo la idea de allá. Cuando nos mostraron el proyecto, mi papá pensó que era un loco”, cuenta Romano. Este country, fundado en 1963, fue el puntapié para convertir a Canning en la localidad precursora en inversiones inmobiliarias como barrios cerrados, countries y shoppings.
No solo una estación, también un hogar
La historia de este lugar comienza con la familia Dominate, conformada por dos hijas, Alicia y Teresa, una esposa, María, y un esposo, Hugo, el más importante, el jefe de la estación. Anteriormente, se acostumbraba que aquella persona que ocupará este puesto, se mudara con su familia hacia el edificio de la terminal que le correspondía, con el propósito de cuidar las instalaciones del vandalismo nocturno.
El edificio estaba conformado por ocho cuartos. «Parecía como las estaciones de las películas antiguas”, describió Marcelo Amaro, uno de los viejos habitantes de la zona. La infraestructura estaba constituida por una casa de familia, una sala de espera (a lo ancho de la casa), la oficina del jefe, la habitación del telégrafo y el lugar donde se recibían las encomiendas.
Pero en 1974, Hugo sufrió un accidente en las vías que le costó la vida. Fue atropellado por un ferrocarril mientras estaba realizando una de sus tareas diarias. De ahí, sería el turno de la familia García para habitar esta maravillosa instalación. Conformado también por dos hijas mujeres, Silvia y Miriam, una esposa, Hilda, y Benito, el nuevo jefe; los García no tardaron en adoptar el edificio como su nuevo hogar.
«Enfrente, donde ahora está la empresa Siderar, era una laguna. Con mi papá íbamos a pescar ranas ahí. A Nosotros nos cuesta no comer un asado ahora en la estación. Era una casa tan linda y tan grande”, expresó Silvia García, la hija mayor de Benito.
Pero Benito García no fue un hombre que llegó a la Estación de Canning porque sí. Su vida adulta transcurrió prácticamente en los andenes de Buenos Aires. Pasó por terminales como los de la La Reforma y Loma Verde hasta llegar a la que sería su última parada, su último hogar: la estación de Canning. Benito falleció el 10 de Septiembre de 2016, dejando la casa sola y a su hija Silvia con las llaves del hogar.
«Mi papá siempre dijo que de la estación lo iban a sacar con los pies para adelante. El amaba la estación. Ni dormir a mi casa iba. Lo llevábamos a comer asados, a juntadas familiares pero, a la noche, él tenía que volver a la estación. Era un gran amor el que tenía por su casa, sus perros, sus gallinas. Su casa era su casa”, recordó melancólica Silvia.
Durante los últimos años fue utilizado como tren de carga. Al principio, pasaba solo dos veces por día pero cada vez su frecuencia fue disminuyendo, hasta llegar a dos vez por semana y luego a ser clausurada en 1968.
Fuente y fotografía: eldiariosur