Hasta hace poco más de cinco meses, los pasajeros del ferrocarril Belgrano Norte nos sentíamos privilegiados: el tren siempre llegaba a la estación en horario. No importaba que los coches no fueran modernos y no tuvieran aire acondicionado. Lo valioso era la puntualidad, digna de un servicio del primer mundo. Es más, en el peor momento de la línea Mitre, muchos usuarios de sus tres ramales empezaron a trasladarse en «nuestras formaciones».
Pero todo cambió y ahora viajar en el Belgrano Norte se convirtió en una pesadilla. Nunca se sabe a qué hora pasa el tren hacia Retiro o en sentido contrario. Primero eran demoras de pocos minutos, pero ya es común escuchar por los altoparlantes: «El próximo servicio fue cancelado».
El problema para los pasajeros no es sólo el tiempo que se pierde para ir a trabajar o volver a la casa: el mayor inconveniente es que, cuando finalmente llega la formación, hay que tener suerte para poder subir y después se necesita un milagro para poder bajar del vagón por la gran cantidad de gente que ascendió en cada estación.
Algunos días la demora puede superar los 20 minutos. La explicación, con cuentagotas, de los empleados de las boleterías de la empresa Ferrovías, firma que tiene la concesión del ramal que une Retiro con Villa Rosa, en Pilar, es que hay «por lo menos ocho» locomotoras fuera de servicio que necesitan mantenimiento.
Otro dato curioso es que el servicio empeoró desde que el gobierno nacional aumentó las tarifas del trasporte público.
Lo cierto es que los pasajeros del Belgrano Norte dejamos de ser unos privilegiados y ahora envidiamos a los del ferrocarril Mitre. La envidia no se debe a que ellos viajan en formaciones con aire acondicionado y puertas automáticas. Lo único que envidiamos y que queremos recuperar como un tesoro perdido es la puntualidad, una variable que parece en extinción.
