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Oscar Marzol busca desde ese pueblo bonaerense rescatar la formación que está arrumbada y a la intemperie en el paseo

Santa Fe – Argentina – 21/03/2022: “No hay peor gestión que la que no se hace”. Esa idea es la que lleva a Oscar Marzol a insistir una y otra vez en adquirir, ya sea a través del Estado o de particulares, eso que para otros puede quedar arrumbado y convertirse en chatarra, pero que él está convencido que es parte de una historia y una identidad. Esa idea lo llevó, tras conocer la situación de la vieja locomotora Expreso Oriente y sus vagones de madera que debían ser parte de un museo y hoy están a la intemperie en el Alto Rosario, a comunicarse con La Capital y preguntar con quién había que hablar para comprarlo.
“No porque sea millonario”, aclara el hombre de Iriarte, al límite entre Santa Fe y Buenos Aires, el sitio donde construyó un museo que es un pueblo dentro del pueblo, con estación de tren y donde invita a recorrer y busca mantener vivos esos objetos que ya no son parte de la vida cotidiana.
“Cuando me enteré que ese tren es de un privado (la formación fue comprada en un remate por los dueños de Irsa-Alto Rosario Shopping) tuve hasta entusiasmo; pensé que puede ser una gestión más sencilla que cualquiera de las que hice frente al Estado”, cuenta Marzol en una comunicación donde relata desde su participación en los remates del ferrocarril durante el desguace del menemismo hasta las decenas de notas que redactó para lograr comprar al entonces Onabe (Organismo Nacional de los Bienes del Estado) alguna de las piezas que, tiradas en los galpones, no tenían otro destino que convertirse en chatarra.
Cuando explica su deseo de comprar el tren que debía ser parte de un espacio museo que recordara el pasado ferroviario del actual paseo comercial, Marzol da un solo argumento: “Esa formación es irrecuperable y esos vagones de madera son irrepetibles”.
La formación, la única a la vista desde el estacionamiento, está presidida por la locomotora “Expreso Oriente”, construida en 1963 en los talleres de Escalada y traída a Rosario desde de Don Torcuato, Buenos Aires, donde funcionó como tren restaurante. Esa locomotora supo prestar servicio para el Ferrocarril Mitre y, de acuerdo a los detalles brindados por la Asociación Amigos del Riel, “es una de las pocas en Rosario que podría volver a ponerse en marcha con algunos arreglos porque no fue vandalizada y tiene todas sus partes”.
Los pueblos y los trenes
El pueblo de Iriarte es el centro del triángulo que conforman las ciudades de Junín, Rufino y Venado Tuerto, de las que lo separan unos 90 kilómetros.
Como todas las localidades del centro argentino tienen con el tren una historia amorosa que las unió hasta la llegada de los 90.
El hombre recuerda que pasó su infancia sobre la ruta 7, en paralelo justamente a las vías del ferrocarril donde se la pasó jugando con sus cuatro hermanos.
“El tren fue para mí una pasión en sí misma”, admite.
El coleccionismo vino después. Arrancó juntando árboles para adornar un parque, luego compró viejas máquinas de labranza y cuando el espacio quedó chico se hizo de una quinta a dos kilómetros del pueblo, en el kilómetro 351 de la ruta 7, con una casona donde empezó a desarrollar las colecciones que se convirtieron en el actual Museo Iriarte.
“Primero hubo cosas del sector agropecuario, pero durante el menemismo, cuando desarmaron los ferrocarriles, intenté rescatar muchas de las cosas, sin embargo, fue poco lo que pude comprar”, contó.
Es más, en los remates recuerda que accedió a los vagones de carga de la formación que hoy se exhibe en el predio. Sin embargo, por entonces no tenía locomotora. Más tarde, a través de un comodato de por vida accedió a una que estaba en estado de abandono en la provincia de Mendoza.
“Con eso arrancamos con la parte ferroviaria, armamos una vía, las señales y hasta una pequeña estación”, cuenta Marzol que aún intenta conseguir por la zona alguno de los vagones de hacienda de madera con los que solía jugar cuando era chico.
“Fui cantidad de veces a gestionar su compra, sin embargo he visto que prefieren prenderlos fuego para vender los fierros por chatarra, que acceder a la gestión”, cuenta.

Una oportunidad
Más allá de las trabas que aún encuentra, de a poco, Marzol fue logrando que el museo se fuera nutriendo y dentro de ese espacio hizo lugar a todos esos objetos que en la vida cotidiana se iban abandonando.
Levantó una barbería, una imprenta, un almacén de ramos generales y hasta tiene la biblioteca que fuera del presidente Arturo Frondizi.
Pero a todo eso, le falta el tren de pasajeros y ese es su anhelo. En eso insiste y con ese objetivo vio en la formación casi abandonada en el centro comercial de la zona norte de la ciudad “una oportunidad”, como dice.
“Cierto que puede haber quienes en Rosario se opongan a que yo pueda comprarla, porque creen que es parte de la ciudad y la quieren allí”, afirma sin dejar de abrir las discusiones que su propuesta puedan acarrear, pero agrega: “También es cierto que dejándola así, se va a perder como muchas otras cosas en este país y esa sería una pena inmensa. Por eso, yo no hago más que intentar la gestión de comprarla, porque no hay peor gestión que la que no se hace”.

Fuente: La Capital

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