La inversión en vigilancia y los arrestos de autores de pintadas no consiguen reducir el vandalismo que afecta a los vagones de Renfe y Metrovalencia
El grafitero de trenes se siente un transgresor. Un artista urbano, un rebelde que deja su huella y estilo spray en mano. En solitario o en compañía de su ‘crew’ de colegas del bote. Pero nada más lejos de la realidad. Sus acciones son, a todas luces, un considerable perjuicio para las arcas públicas, además de una infracción que puede acarrear severas multas.
Madrid y Barcelona viven una radicalización del fenómeno: trenes parados varias noches consecutivas por batallones de grafiteros y hasta una mujer embarazada pintada en un asalto al metro de Barcelona por parte de 34 grafiteros. Según fuentes de Renfe y Metro Valencia, en la Comunitat los actos vandálicos «no están llegando a estos extremos», pero ya se han conocido y denunciado algunas pintadas con parón del tren y las otras, las de los grafitis a vagón durmiente, son casi diarias. A tenor de los datos de ambas entidades, en la Comunitat se registran al cabo del año unas 300 pintadas en vehículos ferroviarios.
En Ferrocarrils de la Generalitat (FGV), por ejemplo, cifran en 156 los grafitis que hubo que limpiar durante el año pasado. Y es que tanto la empresa autonómica como Renfe operan con el mismo criterio: el vagón o locomotora pintado debe pasar cuanto antes por un lavado antes de circular de nuevo para que la gamberrada de colores no se pasee por vías y estaciones a ojos de todos. «Es lo que buscan precisamente los autores, exhibir su acción», destacan fuentes de Metrovalencia. La prueba es que muchos se fotografían o se graban encapuchados junto a sus pintadas para lucirse en internet y lograr prestigio en los círculos grafiteros. «Si mantuvieramos las pintadas, además de ser una mala imagen de cara a los usuarios, estaríamos generando un peligroso efecto de llamada», añaden las compañías ferroviarias.
La red de FGV sufre cada día entre cuatro y cinco acciones vandálicas de grafiteros
La tendencia de pintar ferrocarriles de metro o tranvía va al alza desde 2015 en la Comunitat, según las cifras que maneja FGV. Ese año hubo que retirar 118 grafitis de los vehículos. Al año siguiente, el número se elevó hasta 152 y en 2017, volvió a superarse.
Las pintadas en trenes de Renfe que circulan por la Comunitat también va a más. Durante el año pasado, la empresa contabilizó alrededor de 140 en vagones de media distancia y cercanías que se mueven por la Comunitat y las provincias limítrofes. El daño de las pinturas de spray obligó a limpiar unos 3.500 metros cuadrados lineales. Algunos de los grafitis apenas alcanzaban un metro de longitud, pero otros eran verdaderos ríos de tinta que se extendían a lo largo de 20 metros por los laterales de los vehículos.
A juzgar por las cifras, ni el aumento de inversión en cámaras de seguridad ni la mayor vigilancia en las instalaciones y estaciones afectadas está logrando frenar la fiebre por el grafiti en los trenes. Tampoco las operaciones policiales de la Policía Nacional o la Guardia Civil. La red ferroviaria de FGV, por ejemplo, sufre cada día una media de entre cuatro y cinco acciones vandálicas, según la entidad.
El Observatorio de Civismo en el Transporte Ferroviario presentó en junio su informe correspondiente a 2017. «Los ataques de grafiteros organizados suponen el mayor problema en el ámbito de la seguridad para operadores ferroviarios», admite el organismo. Contabilizan 3,5 incidencias por cada millón de viajeros, casi el doble que en el año anterior. Y se refieren a los causantes como auténticas organizaciones: «son grupos delictivos coordinados que descargan indistintamente sobre instalaciones, material móvil, viajeros, empleados y vigilantes de seguridad».
Más numerosos y radicales
Y nada tiene que ver con arte urbano. «El grafiti ferroviario es siempre ilegal. Para realizarlo se comete una intrusión en zonas sensibles que viola la seguridad ferroviaria y reglamentos de viajeros», remarca el observatorio. Además, «de un tiempo a esta parte suele ir asociado a comportamientos violentos y a delitos como daños, robos, coacciones, amenazas y agresiones».
Según la organización, «ha aumentado el número de integrantes de los grupos y destaca su elevado grado de planificación y organización». Suelen realizar acciones preparatorias «en las que roban planos, emisoras, uniformes o llaves, inutilizan sistemas de seguridad y destrozan puertas y rejas para tener más fácil la entrada, cometer el ataque y facilitar la salida». Usan capuchas y «a menudo van equipados con barras y aerosoles irritantes con los que cometen agresiones, coacciones y destrozos», denuncian.
J. A. MARRAHÍ
Fuente y fotografía: lasprovincias