Entusiastas nostálgicos de la desaparecida gloria ferrocarrilera de Cárdenas, proyectan el rescate de la vieja estación y los talleres, planean un recorrido turístico hasta la Huasteca – See more at: http://pulsoslp.com.mx/2015/07/30/vida-muerte-y-resurreccion-de-una-estacion-de-trenes/#sthash.nAzChnDa.dpuf.
Durante el cretácico, el mar golpeaba hasta donde hoy es el municipio de Cárdenas, en la Zona Media de San Luis Potosí, según algunos datos de la paleontología. Los cardenenses apuntan a la sierra de Tamasopo cuando explican que “allá de aquél lado era la playa”. Por eso es fácil encontrar ahí conchas fosilizadas: los lugareños hablan e incluyen esa particularidad a su historia regional. Un nuevo elemento de esa narrativa se convierte en fósil: la estación del ferrocarril.
El tren inaugural que cruzó Cárdenas la madrugada del 17 de abril de 1890, representa el natalicio del pueblo como tal. A partir de ese momento y durante un siglo, Cárdenas fue motor económico de la región, miles de hombres y mujeres llegaron atraídos por la promesa de prosperidad que viajaba en los trenes. Máquinas capaces de transportar 500 toneladas, que en su tiempo fueron la sangre corriendo por las venas de este país.
“Mi abuelo llegó aquí por el ferrocarril, él fue quien empezó una tradición que después pasó a mi padre, que es la de vender comida en la estación”, narra Juan Manuel Calderón, dueño del restaurante “La Estación” ubicado a un costado de las vías, con el que intenta hacer secuencia lógica en su historia.
Como él, la mayor parte de la población cardenense guarda relación con los trenes; quien no tuvo a su padre o a un abuelo o un tío trabajando en ellos, al menos recuerda la época de los estruendosos motores y pistones a vapor y la precaución con la que había que cruzar la estación, cuidándose de los soplidos de los furgones.
“Y muchos nomás venían a ver cómo llegaba la gente”, rememora Isidro Hernández Gutiérrez “El cotorrito”, quien a casi veinte años de haberse jubilado todavía porta el acostumbrado paño al cuello, a manera de corbata. Sentarse a ver cómo llegaba la gente era compartir el viaje, saber que todos iban en el mismo tren, confiesa.
VIRTUD DE LO FORTUITO
“Aquí todos tenían apodo”, enfatiza Isidro, “que ‘El Cotorro’, que ‘El Camello’, que ‘El Perro’; aquí todavía hay un vigilante que le llaman ‘El Perro’”.
‘El Cotorrito’ laboró durante veintiocho años para Ferrocarriles Nacionales de México. “Fui, soy y seré ferrocarrilero hasta la muerte”, revira cuando se le pregunta si acaso después de concesionado a la empresa estadounidense, Kansas City Southern, el ferrocarril sigue vivo. Isidro reflexiona y relaciona directamente el deceso del ferrocarril con el suyo: “el día que yo me muera, ese día muere el ferrocarril”.
Hasta ese punto se metieron los trenes a la existencia de los cardenenses. Pero la historia resulta inexplicable cuando uno se entera que su paso por ahí es resultado de una circunstancia por demás fortuita. Resulta que la hacienda de “La Ciénega de San Nicolás”, ubicada en ese municipio, era propiedad del General Carlos Díez Gutiérrez, amigo cercano del principal impulsor del ferrocarril: Porfirio Díaz. Dado el compadrazgo, éste favoreció el paso de las vías a espaldas de la casa de Díez Gutiérrez.
“En un principio la vía estaba planeada para pasar por Alaquines y Ciudad del Maíz, pero gracias a ese compadrazgo, fue que se modificó. Incluso el General Porfirio Díaz llegó a dormir aquí en la hacienda”, explica Juan Manuel Calderón, quien desde hace dieciséis años se dedica a profundizar en la historia de Cárdenas.
Actualmente, él y su asociación llamada Black Cártel Cultura N’ Movimiento A. C. se dedican a difundir el valor cultural de Cárdenas y cuentan con un acervo de más de 20 mil fotografías.
Una de las más notables, captura el momento emblemático de 1957, cuando se dio la sustitución de las máquinas de vapor por las de diesel. Ese día hubo fiesta amenizada con música de marimba, según narran las imágenes.
Las fotografías, reflejan el esplendor ferrocarrilero y despiertan a los nostálgicos. Con aquél cambio la empresa nacional pasó de transportar 540 toneladas a mil 200 en un solo viaje. Pero nada de lo contado pudo haber sido realidad, si Porfirio Díaz y Carlos Díez Gutiérrez, no hubieran sido compadres.
Durante cien años, la cabecera se llenó de viajantes y personajes. En ese tiempo se consolidó ahí uno de los mejores talleres a nivel nacional, hoy convertido en ruinas.
Al momento de la conversación, Montoya había pasado un mes y medio como jubilado y todavía no le caía el veinte. Su último viaje, su “viaje zeta, lo hizo a Tampico; llegando allá fue notificado por el sindicato de su jubilación y regresó a Cárdenas en autobús. El ferrocarril lo fue todo para él. Su padre le pidió que estudiara una profesión, pero él desde que nació ya era rielero, asegura.
LOS JUBILADOS PRIVATIZADOS
“Es una cosa que da tristeza los trenes de pasajeros eran de bajo costo, mucha gente vivía de ahí, transportando su mercancía y la vendía a bordo. Hubo cambios para bien y cambios para mal”, reflexiona Pedro Montoya sobre la privatización de FNM.
En 1995, cuando el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León decretó la privatización de FNM, los concesionarios de la línea Ferroviaria del Noreste y la División Cárdenas hicieron un recorte de personal: de haber más de mil personas trabajando en la estación, sólo quedaron 174 empleados.
El 23 de junio de 1997 Kansas City Southern en asociación con Grupo TMM, formaron Transportación Ferroviaria Mexicana S. A. de C. V. (TFM), y consiguieron la concesión de la División Cárdenas y comenzaron operaciones. Pero hubo un período de transición que en Cárdenas duró dos años, del 97 al 99; eso días de inactividad hicieron que en las hectáreas ocupadas por la estación y los talleres, empezara a crecer la maleza y los fierros empezaran a oxidarse. Lo que era de madera se derrumbó. Nadie reclamó ni un tornillo.
El pueblo entró en un estado de incertidumbre. “A mí me jubilaron, no por la edad, sino cuando dijeron que se iba a acabar esto. Le trabajé 28 años a la empresa, pero me jubilaron”, narra Isidro “El cotorrito”, quien guarda con orgullo en la memoria su trabajo como garrotero.
A veinte años de su jubilación sus dedos y palmas conservan la dureza para cargar “el palo de apretar” y la llave de cambios; su trabajo consistía en abrir los cambios según la vía a la que fuera a entrar el tren que llegaba. El trabajo del Cotorrito era considerado uno de los más pesados; “teníamos que andar cargando los guantes, la linterna, el foco de mano y el palo de apretar, y así tener que mosquearse a los furgones, a los tanques”.
Pedro Montoya, quien se dice agradecido por el tiempo trabajado con FNM y con Kansas City, donde recibió mejores prestaciones, asegura que entre los compañeros antiguos y los nuevos “no hay rencor”. Pero al tiempo de la privatización, a pesar de la labor del sindicato por lograr en el año 2000 un fondo federal para garantizar sus pensiones, surgió una especie de resquemor entre los cardenenses. La privatización se volvió casi un tabú.
Pero nadie quiso saber nada ya del tema y a pesar de que un decreto presidencial otorgó a los jubilados los terrenos que fueran de Ferrocarriles Nacionales, los cardenenses dejaron en el olvido la antigua estación. Hoy, las maderas se tambalean, hay tornillos enterrados por aquí y por allá, cuartos derrumbados y un gran salón lleno de basura; carros y vagones detenidos sobra la vía, que quedaron congelados como esperando ser usados otra vez.
RECUPERANDO EL PASADO
Herencia del ferrocarril es que el cardenense sea viajero por designio, y que para él las distancias largas no existan. Después de haber pasado varios años en Estados Unidos, Juan Manuel Calderón, fundador de Black Cartel A. C., volvió a Cárdenas en 1999, justo cuando la transición a la empresa privada iba terminando. “Cuando estás fuera de tu tierra sientes más cariño por tus orígenes, entonces fue cuando comencé a estudiar más acerca de nuestro municipio. De ahí nació la idea de hacer un museo, montamos en el 2000 nuestra primera exposición, tenemos más de 25 mil fotografías”.
Al ver las condiciones en las que se encuentra la antigua estación, a Juan Manuel se le ocurrió regenerarla y volverla a ocupar. “Deja a un carro sin uso y se va terminando, se va acabando, de cierta forma necesita el calor de las personas y más aquí que siempre hemos tenido ese arraigo con los ferrocarriles y sí fue una gran tristeza en muchos aspectos”, reflexiona Juan Manuel.
En mayo, en su primera etapa del proyecto cultural de recuperación de la estación, Black Cartel A. C. inauguró el Centro Cultural Ferrocarrilero de Cárdenas en lo que antiguamente fuera la sala de pesaje, un cuarto amplio y un poco obscuro, en donde el grupo exhibió fotografías de todas las épocas de los trenes, la gente acudió a ver las caras de sus abuelos o sus tíos.
El proyecto cultural de Black Cartel A. C., es además turístico pues tiene contemplado gestionar la implementación de un tren turístico que al menos funcione desde Cárdenas a la Huasteca. En él participan el Ayuntamiento de Cárdenas, la Secretaría de Cultura estatal, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) e incluso la empresa concesionaria, acaso para limar las asperezas del pasado. Para resucitar al ferrocarril.
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