Cada vez que se habla de más y mejor infraestructura para Chile surge la pregunta: ¿qué tipo de proyectos son los que hay que promover? Así como en la década del 90 existía claridad con respecto a las necesidades que existían de ampliación de nuestra red vial estructurante, entre las que figuraba la Ruta 5 y otras; de la necesaria ampliación de nuestros puertos; o de las mejoras sustantivas que era necesario introducir en nuestro sistema aeroportuario, ahora da la impresión que no existe ese entendimiento socializado.
No es porque no exista noción de carencias, sino porque no ha habido una propuesta integrada que genere una nueva mirada de lo que es posible para el país que hoy estamos construyendo. Además de hacer lo que está comprometido (vía MOP; MTT; MINVU y empresas), y que es muy necesario para mejorar la oferta de infraestructura disponible, debiéramos pensar en los esfuerzos adicionales que deben realizarse para dar saltos cualitativos importantes en nuestra oferta desde la infraestructura a la comunidad.
Nuestras ciudades requieren más y mejor desarrollo de infraestructura para poder avanzar. En este sentido, un foco de atención debe ser el transporte público, porque para salirle al paso a la creciente congestión que nos afectará como consecuencia del crecimiento sostenido de los ingresos de sus habitantes es necesario incluir la planificación y la inversión en esta materia.
Esto debiera traducirse en por lo menos 300 km más de Metro para Santiago, un tranvía estructurante para Antofagasta, un tranvía intercomunal entre La Serena y Coquimbo, una expansión más agresiva del MERVAL en la Región de Valparaíso, la consolidación como Metro y tren sub urbano del Bíotren en Concepción y las comunas aledañas, un tranvía para la conurbación Temuco-Padre las Casas y una solución equivalente para Puerto Montt- Puerto Varas. Con esta misma orientación debiéramos proponernos como país un reposicionamiento del ferrocarril como alternativa viable al modo carretero.
Esto es una consecuencia lógica de la disyuntiva que hoy se debe estar discutiendo en relación a la ampliación de nuestras principales vías de comunicación terrestres, dado el crecimiento del transporte público y privado, muy superior a lo que se estimó a mediado de los 90 ¿Seguiremos desdoblando nuestras carreteras o avanzaremos en la validación de un modo alternativo de transporte más adecuado a los tiempos en el mundo? Mejorando nuestro sistema de transporte interno y conociendo las acciones que se están tomando en materia de puertos y aeropuertos, debemos ocuparnos de nuestras comunicaciones terrestres con los vecinos, especialmente con Argentina.
Es hora que haya un pronunciamiento enfático sobre el avance simultáneo en los tres pasos fronterizos de nueva generación que están propuestos: los túneles para vehículos motorizados, Aguas Negras en Coquimbo y Las Leñas en la Región del Libertador Bernardo O’Higgins. De igual forma, debe darse una señal inequívoca de que se avanzará con rapidez en el Corredor Bioceánico Aconcagua, a la altura de Los Andes, como alternativa ferroviaria de baja altura y de alta efectividad en el transporte. También es necesario dar señales de que se hará un esfuerzo de mayor envergadura en la inversión para abordar la solución al abastecimiento, acumulación, distribución y utilización de recursos hídricos.
Hoy se detecta la carencia del “agua” en muchas regiones y en todas ellas se clama por soluciones no siempre viables. Las señales que se den desde el Estado a este respecto debieran ser indicativas del potencial productivo que se definirá para las zonas hoy carentes de recursos, pero con un tremendo potencial y que podrían colocar a Chile nuevamente liderando diversos sectores.
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