El proyecto, que no llegó a materializarse, formó parte de un complejo de ocio en San Pedro, donde los vagones siguen abandonados
«Mira, ahí están. ¿A qué parece sacado de una película?». El amable vecino, reacio a aportar su nombre para aparecer en este reportaje, señala con ilusión descubriendo entre la vegetación del parque de Las Medranas, en San Pedro Alcántara, los esqueletos de lo que en su día fue un TER (Tren Español Rápido) de aquellos que en la década de los 60 del siglo pasado se encargaron de cubrir el trayecto desde Madrid a Zaragoza y Valencia. De uno de esos protagonistas de la prehistoria de la alta velocidad en España, dos vagones duermen desde hace más de una década en este rincón de la Costa del Sol para sorpresa de foráneos y vecinos de débil memoria. Es lo que queda, junto a un procedimiento judicial que se eterniza, del proyecto del tren restaurante nacido en la era del gilismo en Marbella. A día de hoy, con los efectos evidentes del paso del tiempo, la falta de mantenimiento y la corrosión, los vagones son objetivo de grafiteros, de videoaficionados y hasta de alguna que otra pareja de novios que ha elegido el tren como escenario del romántico reportaje de bodas.
Un solo vistazo a las hemerotecas permite reencontrarse con una larga lista de iniciativas ideadas por el polifacético Jesús Gil al frente del Ayuntamiento marbellí durante sus años de mandato, muchas de ellas condenadas al olvido desde su gestación al estar más cerca de la ciencia ficción que de la realidad, como un tren bala o una isla frente a la costa. Más visos de viabilidad tenía a priori el proyecto para crear un complejo de ocio en la zona de Las Medranas, compuesto por varias iniciativas comerciales destinadas a la explotación por privados. Entre ellas, un tren restaurante. La idea no era descabellada. De hecho, iniciativas similares que se llegaron a poner en marcha en otras ciudades española resultaron exitosas. El caso marbellí terminó encallando en las irregularidades urbanísticas de la época gilista.
Actualmente, los dos vagones que los privados se encargaron de trasladar hasta San Pedro permanecen sobre la vía colocada en su momento, pero en un estado de total abandono, a la espera de un destino definitivo que se demora. Los promotores del proyecto, que consiguieron hace más de una década la concesión para la explotación, mantienen abierto un litigio con el Ayuntamiento para que se respeten sus derechos, según ha podido conocer este periódico de fuentes cercanas al caso.
El equipo de gobierno del GIL les otorgó en 1999 la concesión, durante 40 años, de 2.500 metros cuadrados en Las Medranas para construir instalaciones deportivas y el restaurante. A cambio, la empresa pagaría un canon. Se llegó a hablar de una inversión total de proyecto de 180 millones de pesetas. Cuando los privados solicitaron la licencia de obras -ya con el Ayuntamiento de Marbella disuelto y con la Comisión Gestora al frente- se toparon con una realidad urbanística que no esperaban, de la que no fueron advertidos, y una negativa a la licencia.
El tren restaurante de la ‘era Gil’, objetivo de grafiteros y reportajes de boda
Con este panorama, el tren tendrá que permanecer en este mismo punto hasta que el asunto se resuelva en los juzgados o las partes alcancen un acuerdo.
En la zona todavía recuerdan el momento en el que los vagones aterrizaron en su emplazamiento actual. Fue necesario un camión de 37 metros de largo y dos grúas de 100 toneladas. A sus propietarios les costó más el traslado y la colocación que las dos piezas, que compraron por 2,5 millones de pesetas, según recogieron las crónicas publicadas por SUR. «Fue todo un acontecimiento. El proyecto era bastante interesante pero, oye, mira por dónde, hasta sin uso, los trenes se han convertido en atracción turística», comenta el vecino, acostumbrado a la imagen de la vieja máquina y a sus visitantes.
El rapero y actor Juan Manuel Montilla, más conocido como ‘Langui’, ha elegido también estos vagones para ilustrar la portada de su último trabajo ‘Hola’. El artista pasa largas temporadas en San Pedro. El tren no le pasó desapercibido.
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MÓNICA PÉREZ | MARBELLA